Pintor, poeta, músico, transgresor, homosexual, presidiario, heroinómano, enfermo de sida, travesti, gamberro, triste, maldito, underground, con un sentido del humor afilado como un cuchillo.
Le dedica una canción de amor a su camello. Rueda un documental sobre una multinacional perfumera que le roba un cojón a un actor porno ruso para fabricar el perfume definitivo, la trampa hormonal inescapable. Vaga, enfermo terminal, por unas termas en Budapest vestido de albornoz y pañuelo de seda al cuello. Se desgüeva haciendo de Cristo mártir muriendo en el agua, no en la cruz, mientras los colegas le tiran pastillas efervescentes de redoxón.
Y mientras tanto, yo viendo peliculitas del Tom Ford en mis ratos libres. Como diría la gran Julianne Moore en Magnolia: "¡Qué vergüenza, por dios, qué vergüenza!".
Hala, a hacer deberes y a poner "Pepe Sales" en el google...
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