miércoles, 16 de noviembre de 2011

Otoño revuelto, con nubes y claros.

Se suceden las novedades a un ritmo que exige constantes esfuerzos de adaptación. Nubarrones que dan que pensar si el fin del mundo que pronosticaron los mayas para 2012 no vendrá por el lado de la economía, en lugar de a causa de un nuevo meteorito como todos creíamos que ocurriría. De momento, llega la derecha tijera en mano, adelgazan las nóminas de los sanitarios y cierra el Aventurero, que tan buenos ratos me ha proporcionado.
Pero igual el mundo no se acaba; la gente sigue con sus vidas, y a las recientes bodas de varios buenos amigos se suman ahora unos cuantos embarazos: están de tres meses en Córdoba, vienen mellizos en Hellín, y una deseadísima niña etíope llega a Madrid después de años de espera...
En la imagen, el cielo otoñal de la Villa de París, a donde acuden mariquitas, modernos, señoronas y parias de la sociedad a pasear a sus peludos retoños. Podéis encuadrarme en cualquiera de las categorías. Todas me sientan como un guante.

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