... el rey de robustas mandíbulas y la reina de hermoso rostro, seguidos por una multitud de brillantes señores y de damas risueñas y elegantemente ataviadas, y al ver tantas alhajas, penachos, seda, esplendor, belleza, rostros desdeñosos y miradas insolentes, nuestro caminero sintió un vértigo de admiración y gritó en medio de su entusiasmo: "¡Viva el rey! ¡Viva la reina! ¡Vivan los nobles! ¡Vivan todos!", como si nunca hubiera oído decir que existieran pobres Jacques."
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