Ha sido una galga negra, con una pata trasera rota, que llevaba unos quince días merodeando por los jardines del hospital y que cada vez estaba más deteriorada.
Ayer casi la cogí, se dejó acariciar un rato, pero en el último momento se asustó. Hoy finalmente, la he visto desde mi despacho, he bajado derecho a donde estaba, la he agarrado con mi cinturón a modo de correa, y he podido llevarla a la parafarmacia de enfrente, donde Ángeles la ha guardado hasta que Ruth, de la protectora, se ha acercado a por ella y la ha llevado acogida a su casa. Seguro que tendrá una vida mejor que la que le esperaba.
A propósito, la mastina parece que se va recuperando más cada día que pasa. Mañana voy a verla, me han dicho que no la voy a reconocer...
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