martes, 23 de agosto de 2011

Hace unos días, hice llegar este libro a un amigo...

... para compartir con él las emociones que me hizo sentir su lectura.
Hoy reponían en la tele la maravillosa adaptación de Robert Mulligan.
Cualquiera de los dos es de lo más recomendable. Transmiten lo mismo: la nostalgia por la infancia perdida, cuando empezábamos a descubrir el mundo y todo asombraba y estaba lleno de misterio. Hablan también del otro crecimiento (el moral), de dignidad y calidad humanas, y del amor y la admiración por los padres.
Me decía el amigo en cuestión que es el libro favorito de la señora esa que se fue del país y se llevó a su marido futbolista porque todo le olía a ajo. Parafraseando a Wilder, nadie (ni nada) es perfecto. Y, a tenor de los gustos literarios de la tiparraca, parece que nadie es tampoco un completo gilipollas...

No hay comentarios: