martes, 14 de agosto de 2012

"La densidad de tramas y la credibilidad de los personajes de Born Again parece presagiar la ficción audiovisual del siglo XXI.


Es un drama polifónico como Los Soprano o The Wire que no concluye -y esto es algo insólito en el cómic de superhéroes de todos los tiempos- con un enfrentamiento físico con el villano. Matt Murdock devuelve a Kingpin los golpes recibidos en la misma moneda en que los ha cobrado: a través del escándalo, a través del rastro de contactos corruptos y «la pista de papel»: todo está conectado. Al fin y al cabo, Kingpin es inmune al daño físico, como es inmune a la moral. Sólo le afecta la economía. Como el gángster descrito por Enzensberger, es el mafioso como manifestación del capitalismo. En un sentido estricto, Kingpin ni siquiera es el mal. Es el sistema. 

Por eso, el héroe sólo puede ser un rebelde antisistema, un individuo que se niega a someterse al compromiso. Foggy Nelson es contratado por Kingpin, Matt Murdock pierde la licencia de abogado, es decir, el permiso para operar dentro del sistema. Pero al perderla, gana. Es la herencia del objetivismo de Ayn Rand que le llegó a Miller a través del Spiderman de Steve Ditko."

Extracto de un artículo de Santiago García a propósito de la obra maestra de Frank Miller y David Mazzuchelli. El texto completo, AQUI

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