domingo, 3 de junio de 2012

No es una magadalena, es un dátil.

Hace unos días, encontré en el correo electrónico el que quizás consideraba el más improbable de los mensajes, y seguramente el más anhelado a nivel de lo inconciente. Desde entonces, la más intensa emoción ha ido ocupando el lugar de la sorpresa y la ansiedad iniciales. Me estoy reencontrando con una de las personas más queridas para mí, después de veinte años (media vida, se dice pronto...) separados. Y ahora sé que la tristeza y la añoranza eran compartidas, como ahora lo son la esperanza y la alegría.
Son tiempos difíciles, pero desde hace unos días a mí me parecen bastante más luminosos. Ha vuelto a mi vida una amiga muy, pero que muy querida, y todo se me antoja más feliz...
Recuerdo con la mayor ternura (y no sé si es un recuerdo exacto o distorsionado por los años y las fantasías, pero seguro que es fiel en cualquier caso) que el primer momento de una conexión que iba más allá de las palabras ocurrió tras varios cursos de compartir clases; era miércoles, el día de mercadillo en mi pueblo, y en el rato de recreo estábamos dando un garbeo entre los puestos ambulantes; no sé a quién de los dos (creo que fue a ella) se le ocurrió el comprarnos y compartir unos dátiles justo antes de la hora de gimnasia. Luego, mientras corríamos, los dos pensábamos que íbamos a echar los hígados; y nos reíamos. No he vuelto a comer unos dátiles tan ricos en mi vida...

1 comentario:

INESITA / Pilar dijo...

Ooohhhhhhh, esos dátiles!!!!!!
Y justo antes de una clase de gimnasia, sí!!!
Jajajaja, me has alegrao el día (últimamente tengo pesadillas en relación a mi antiguo curro y me levanto fatchá, fatchá...)
Pues nada, aquí estamos: palante!
Una cosa: no dejes el blog, escribe.
Tú dices que sigues el mío, pero el tuyo no tiene desperdicio...
Besicos hermoso mío.